Muy bien, muy bien… pero ¿y la nota?

A mediados del 2018 se publicó una nueva recomendación europea donde se especifican los tres componentes de cada competencia.

Conocimientosse componen de hechos y cifras, conceptos, ideas y teorías que ya están establecidos y apoyan la comprensión de un área o tema concretos.

Destrezas (skills) (en la traducción española capacidades): habilidad para realizar procesos y utilizar los conocimientos existentes para obte­ner resultados.

Actitudesdescriben la mentalidad y la disposición para actuar o reaccionar ante las ideas, las personas o las situaciones.

Para saber más sobre esta recomendación y sus componentes puedes consultarla aquí.

Como podemos observar este desglose nos puede recordar a aquel que teníamos en los años 90 con la LOGSE, donde los contenidos eran divididos en contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales. ¿Qué quiere decir esto? Pues que realmente estamos ante un ciclo que se repite con cierto parecido. Y digo cierto, porque se bien es cierto, ahora, a diferencia de la LOGSE, las competencias aparecen como eje central en la educación y las actividades auténticas son requisito imprescindible de aprendizaje.

Lamentablemente este proceso de evolución y de acercamiento a la vida real no tiene un «final feliz» ya que la evaluación que nos impone la Administración sigue reflejando un caracter meramente «académico» centrado en la propia materia.

Y así pues, este resultado provoca un doble efecto o incluso, si queremos apurar, un triple.

Un primer efecto es en las familias. Ya podemos poner todo «lo bonito» que queramos: Que si las competencias provocan las activiades auténticas y reales para la vida real, que si las competencias forman el desarrollo personal y personal de los alumnos. Lo cierto es que al final del camino, cuando hablamos con los padres seguramente intuiremos o iremos escuchar: «Muy bien, muy bien… pero ¿y la nota?».

El segundo efecto, llega como efecto domino en el propio alumno. Si seguimos centrándonos en una metodología activa, donde el enfoque competencial sea la base, estaremos ayudando infinitamente al alumno. Si conseguimos trasladar todo lo aprendido mediante el enfoque tradicional al enfoque competencial, estaremos dando las herramientas necesarias futuras y presentes que el alumno necesita y necesitará para su desarrollo personal y profesional. Sin embargo, este dulce camino viene parado en las calificaciones. Es así que si seguimos trabajando caminos opuestos entre la metodología y la evaluación por competencias, todo nuestro trabajo no tendrá como consecuión el objetivo perseguido.

Esto es, en la evaluación por competencias deberíamos omitir la escala del 1 al 10. Sustituirlo por una escala más corta del 1 al 4 e indicar en todo momento los estándares de aprendizaje evaluables alcanzados y/o esperados. La ventaja de este sistema de evaluación es que estaremos dando mucha más información al alumno de lo que ha conseguido y/o aprendido. Estaremos evitando así la comparación de si «yo he sacado un 8,5 y tu un 9».

La evaluación por competencias no puede ser una calificación, debe ser un resultado auténtico de grado alcanzado reflejando exactamente ese grado alcanzado.

Y así deberíamos transmitírselo al alumno, mas allá de decirle que obtenido un tres, un ocho o un diez.

Y finalmente, el tercer efecto, es aquel que hoy en día no podemos hacer nada y tiene difícil solución. La nota perseguirá a las familias, maestros y alumnos mientras la Administración no cambie el sistema de importancia a las calificaciones y la Universidad (española) siga teniendo un sistema de acceso basado únicamente en un número.

Así para conseguir una carrera universitaria u otra, los alumnos deben alcanzar un determinado número a base de diferentes controles.

En las univerisdades inglesas abarcan este sistema, pero también tienen cobijado otros aspectos tales como el voluntariado previo que ha realizado el alumno, se les hace una entrevista mostrando un portofolio de evidencias.

Y este es el apartado final… ¿y la nota? Grandes cambios se consiguen con pequeños gestos. Para mi un pequeño gesto en la educación es comenzar a crear en los cuadernos de los alumnos un formato diferente al que se da hoy en día. Es decir, cambiar un cuaderno de únicamente ejercicios realizados, en un «portfolio». Y esto es importante. Pues aunque la nota seguirá siendo eje principal de «conocimiento», no es menos cierto que dar más importancia a un «portfolio» que a un examen es un camino de cambio hacia las actividades auténticas y reales que acercan al alumno a la vida real.

Este paso sería realmente interesante, si comenzaramos a observar una progresión entre las calificaciones, por ejemplo, que existen entre secundaria y primaria. Donde, por ejemplo, en primaria el esfuerzo, la actitud, sus trabajos y proyectos pueden suponer hasta un 60 -70% de la nota. En cambio, el paso brusco a Secundaria hace que se de la vuelta a la tortilla, y este 60-70% dado al cuaderno, a sus trabajos, proyectos, actitud es la nota que se da por resultado obtenido en el control

Así pues, cuando trabajemos en competencias clave, no nos olvidemos que es necesario saber unir el trabajo con la evaluación. Que la Administración tiene una evaluación totalmente tradicional y sólo en aquellos colegios interesados pueden remitir evaluaciones competenciales. Un claro ejemplo, lo podemos tener en el Liceo Francés de Madrid, donde el expediente académico del alumno aparece reflejado en una escala del 1 al 4 y después se ofrece de forma cualitativa las necesidades y logros del propio alumno.

Para terminar, existe un interesante libro que refleja lo hasta aquí dicho. Nos encontramos ante un reconocido maestro Cesar Bona. Ha escrito dos libros sobre competencias clave reflejado de forma práctica. En su segundo libro, «Escuelas que Cambian el Mundo», refleja exactamente lo dicho hasta aquí. Cesar Bona hace un recorrido por diferentes escuelas española mostrando magníficos ejemplos de actividades auténticas. Sin embargo, en todos los colegios visitados, no ofrece una clara imagen de la evaluación y cómo esta se transmite a las familias respecto a los resultados que nos exige la Administración.

Por tanto, cuando trabajemos en competencias, no olvidemos la necesidad de tener ese equilibrio con la enseñanza tradicional y que sea cual sea la calificación final, la Administración será la pared con la que nos choquemos, y sólo los propios centros, con los propios docentes y equipos educativos podremos moldearnos, para, aunque nos enfrentemos a una sociedad que pide resultados cuantitativos, sepamos saber el grado de aprendizaje exacto del alumno y su grado de preparación personal, profesional y social.

Goliat Avanza

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